Las catástrofes que no podemos superar
Complejo e incierto panorama se vislumbra para la subsistencia humana el poder disfrutar de una mediana calidad de vida, ante las cada vez más recurrentes manifestaciones de la naturaleza que derivan en autenticas catástrofes, ya sea por inundaciones repentinas como la sucedida recientemente con la "Dana" de Valencia, España, por terremotos persistentes en diferentes regiones del Cinturón de Fuego, por intensas olas de calor en la franja semidesértica cada vez más ancha del planeta o por sequías silenciosas derivadas de la ausencia temporal de lluvias, entre otros fenómenos naturales.
La realidad es que, a esta generación actual, nos está tocando vivir las consecuencias de un planeta en desequilibrio, agotado por los daños sufridos a consecuencia de la contaminación inmisericorde del aire, el suelo, el agua y la pérdida progresiva de selvas, bosques, especies endémicas, flora y fauna terrestre y marina, la biodiversidad en general. Un mundo tremendamente lastimado en sus recursos naturales donde se han roto las cadenas de equilibrio que por millones de años han sido rescilientes a una evolución natural y cíclica que regenera y reconforma a su vez nuevos actores y nuevas condiciones de vida, pero vida al fin donde es posible alcanzar nuevos estadios de bienestar.
Lamentablemente, este estado actual de cosas que vivimos, con las expresiones que ahora vemos de un planeta en agonía, con una temperatura global que está excediendo los límites tolerables que dan estabilidad y regularidad a la vida de todo lo existente, se ha ido deteriorando a grado tal que los periodos estacionales anuales y el ciclo hidrológico año con año, está mostrando características diferentes que alteran el ritmo y las condiciones normales de subsistencia con armonía.
Todo este equilibrio de millones de años con sus cambios respectivos del proceso evolutivo natural, finalmente lo hemos roto los humanos actuales en tan solo el último siglo. De manera contradictoria, buscando mejores niveles de bienestar, aun viendo las consecuencias, seguimos destinando grandes recursos y destruyendo enormes áreas naturales, desapareciendo especies, para producir satisfactores la mayoría innecesarios, que envían a la atmósfera más y más gases de efecto invernadero que siguen calentando el planeta y provocando eventos de desastre.
Estamos avanzando y enfocando los esfuerzos grandemente en el campo de la tecnología, la robótica, la inteligencia artificial y la exploración del espacio exterior, ahora sorprendidos por la creación de los robots que para nuestra comodidad nos ayudarán a hacer mejor y más rápido las cosas, pero no sabemos si esos avances algún día nos rebasen y se nos reviertan por la inutilidad que nos están creando. Es importante pero no es lo fundamental
La verdadera urgencia está en educarnos y sanear nuestro planeta, en descarbonizar nuestra actividad y nuestros procesos productivos, en dejar de emitir los gases que forman la capa de ozono que incrementa la temperatura global, en encontrar soluciones al cáncer y a las enfermedades ahora incurables, en generar condiciones de una alimentación más sana y de verdadero bienestar a los seres humanos en extrema pobreza de los países más atrasados. En fin, creo que lo importante es recomponer la armonía de las cosas en nuestro mundo actual.
Seguimos contaminando y mal usando el agua cada vez más escasa por la alteración de los patrones de lluvia, simplemente aquí en nuestro país, al término de la temporada de lluvias 2024, persisten las condiciones de insuficiencia de lluvias que traemos desde el año 2020 en una amplia porción del territorio, concretamente ahora en la región noroeste que comprende los estados completos de Sonora, Chihuahua, Sinaloa, gran parte de Durango y una parte de Nayarit y Coahuila, donde el Monitor de Sequía de México señala que continúan en sequía, que va desde moderada hasta excepcional en algunas regiones.
Este es un serio problema para las condiciones normales de abasto de agua para consumo humano sobre todo en las zonas rurales que tienen que ser abastecidas con carros tanque muchas de ellas, pero también para la producción y subsistencia alimentaria, que obligan a intensificar la extracción de agua del subsuelo tratando de sustituir en parte el agua superficial sobreexplotando aun más los acuíferos de que disponemos.
Por otro lado, la grave afectación a la economía, pues dicha región ocupa un lugar preponderante en la producción de granos y hortalizas, necesarios e indispensables en la dieta alimentaria y, sin duda, su escasez provocará el encarecimiento que a su vez disminuirá el acceso a gran parte de la población, agravando los niveles de desnutrición que ya existen.
Actualmente los niveles de las presas de estos estados se encuentran entre el 20% y 35% de su capacidad, algo no visto al menos en los últimos 50 años, lo que no garantiza el ciclo agrícola normal y por ello solo va a sembrar en el presente año un 30 o 35% de la superficie agrícola disminuyendo sensiblemente la producción de maíz, trigo, sorgo, frijol, nuez, tomate y demás productos, y lo peor, poniendo en total incertidumbre el ciclo agrícola del 2025. Algo realmente complejo que nos pondrá de frente a años difíciles por venir.
Seguramente, aun con mayores costos, se tendrá que intensificar el uso del agua subterránea para tratar de compensar parte del déficit que se tiene en la disponibilidad actual, pero ahora sí no hay otra opción de momento y lo que se esperaba fuera una reserva estratégica para los casos difíciles de escasez tendrá que cumplir su función.
Por ello es importante cambiar la estrategia del reúso y regeneración del agua residual como se ha venido comentando, para lo cual se deberán destinar recursos presupuestales que preparen las condiciones tecnológicas de depuración e intercambio del agua en la infraestructura existente. No hay otro camino visible hacia un futuro con mayor incidencia del cambio climático.
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