Mirador
Cuando me digas: "Ven", amada eterna, iré hacia ti aun antes de que acabes de decirme: "Ven".
Ni siquiera necesito que me lo digas con voz fuerte. Bastará un murmullo más leve que el más leve murmullo; un roce de palabra tan quedo como el más quedo roce de palabra.
O hazme solamente una señal. Mueve una brizna de hierba. Agita en modo invisible la gota de agua en el pétalo que sólo tú y yo vemos. Pon una luz de tu mirada en la luz que viene con el amanecer.
No digas mi nombre. Se perderá en el resonar del mundo. Piénsalo nada más. Yo lo oiré.
No nos hemos perdido. Lo que parece ausencia es otra forma de encontrarnos. Te encontraré otra vez, igual que te hallé antes, y ya no nos perderemos nunca más. Eres mi amada eterna. Eres eterna, amada.
¡Hasta mañana!...