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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

Este arcón -"castañas" se llaman por acá esos baúles, por la forma abombada de su tapa- perteneció a doña María Antonia de la Peña y Peña, hermana la menor de don Ignacio, dueño que fue de la antigua hacienda de Ábrego.

Ahí, bajo llave, guardaba ella su vestido de novia y la sábana del tálamo nupcial con la prueba de su virginidad. Cuando su marido cometía una infidelidad ella le mostraba el lienzo para recordarle que no se había casado con ninguna mujer de la clase de aquellas con las que incurría en sus devaneos.

Yo nunca vi el vestido ni la sábana, pero la gente de antes me habla de Toñita -así le decían todos-, de su castaña, de lo que en ella conservaba y de su casquivano esposo. Me cuentan que tantas veces engañó el hombre a su mujer que a fuerza de sacar ella la sábana al aire y a la luz la prueba de su virginidad acabó por desvanecerse, y doña Toñita ya no pudo argumentar su doncellez, para tranquilidad -y regocijo- del infiel.

Costumbres eran ésas de tiempos muy pasados, igual que las castañas, que han desaparecido ya o son ahora mercancía de anticuarios. Yo escribo acerca de esto y pienso que nadie leerá esto que escribo.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador ella, vestido, Toñita, prueba

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