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ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Tomás de Aquino, una de las mayores luminarias de la teología católica, era hombre gordo, coloradote y bajo de estatura. Por esa complexión, y por sus ojillos, entrecerrados siempre, recibió el mote de "El buey dormido".

En sus tiempos de estudiante se le consideraba escaso de caletre. Cierto profesor suyo, para divertirse y hacer reír a los demás alumnos, le dijo un día:

-Tomás: asómate a la ventana y verás un buey volando.

Se apresuró él a ir la ventana, ante la carcajada de sus compañeros y la risa burlona del mentor. Le preguntó éste:

-Pero, Tomás: ¿cómo creíste que un buey podía volar?

Respondió el muchacho:

-Pensé que era más posible que un buey volara, y no que un maestro engañara a uno de sus alumnos.

Igual reproche debe hacerse al gobernante que miente a sus gobernados. La mentira y el ocultamiento de la verdad también son formas de la corrupción.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: OPINIÓN EDITORIALES buey, éste: -Pero,, muchacho: -Pensé, volar? Respondió

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