Mirador
Tomás de Aquino, una de las mayores luminarias de la teología católica, era hombre gordo, coloradote y bajo de estatura. Por esa complexión, y por sus ojillos, entrecerrados siempre, recibió el mote de "El buey dormido".
En sus tiempos de estudiante se le consideraba escaso de caletre. Cierto profesor suyo, para divertirse y hacer reír a los demás alumnos, le dijo un día:
-Tomás: asómate a la ventana y verás un buey volando.
Se apresuró él a ir la ventana, ante la carcajada de sus compañeros y la risa burlona del mentor. Le preguntó éste:
-Pero, Tomás: ¿cómo creíste que un buey podía volar?
Respondió el muchacho:
-Pensé que era más posible que un buey volara, y no que un maestro engañara a uno de sus alumnos.
Igual reproche debe hacerse al gobernante que miente a sus gobernados. La mentira y el ocultamiento de la verdad también son formas de la corrupción.
¡Hasta mañana!...