Beneficios. Las propiedades de las castañas van más allá de su sabor, convirtiéndolas en un aliado para la salud.
El consumo de castañas, aunque es más frecuente en los meses de otoño e invierno, puede tener un impacto significativo en la prevención de ciertas enfermedades.
Este fruto seco, aunque menos popular que las nueces o almendras, ofrece beneficios que ayudan a reducir el riesgo de padecer afecciones comunes.
Las propiedades de las castañas van más allá de su sabor, convirtiéndolas en un aliado para la salud cuando se incluyen en la dieta.
Las castañas destacan por su bajo contenido calórico y alto porcentaje de agua, que ronda el 50%, según la Fundación Española de Nutrición (FEN).
Esto las convierte en una excelente opción para quienes desean evitar el sobrepeso o la obesidad, una problemática que afecta a una gran parte de la población, especialmente en los niños. A pesar de los avances en la lucha contra la obesidad infantil, sigue habiendo grupos vulnerables donde las cifras no han mejorado.
¿POR QUÉ CONSUMIRLAS?
Incorporar castañas en la alimentación, con su rica fuente de fibra y carbohidratos saludables, ayuda a sentirse saciado sin consumir un exceso de calorías, lo que contribuye a mantener un peso saludable.
Además de su impacto en el control del peso, las castañas tienen propiedades antiinflamatorias. Su contenido en vitaminas, como la E y las del grupo B (B1 y B6), junto con minerales como el calcio, magnesio y zinc, otorgan a este fruto seco la capacidad de reducir la inflamación en el cuerpo.
Esta propiedad es especialmente beneficiosa para quienes padecen enfermedades autoinmunes, como la artritis, la psoriasis o la enfermedad de Crohn, condiciones que se ven agravadas por la inflamación crónica. Así, el consumo regular de castañas puede actuar como un escudo protector contra estas dolencias.
Aunque las castañas no están disponibles durante todo el año, aprovechar su temporada puede ser una excelente oportunidad para incluirlas en la dieta.