¿Qué hacer desde la sociedad civil?

La pregunta en diversos círculos sociales comienza a ser repetirse: ¿qué hacer? El régimen que gobierna comienza un segundo período con una gran fuerza legislativa obtenida en las urnas, en un proceso altamente inequitativo y con violaciones constantes a la Constitución y a las leyes, pero que difícilmente se podría invalidar argumentando que el día de la elección hubo condiciones que hicieran dudar de la voluntad de los electores.

Las elecciones se llevaron a cabo, en general, en un ambiente de tranquilidad y los votos se contaron por ciudadanos que prestaron su tiempo para organizar la elección. El resultado de la elección le da al régimen gobernante un poder que, en el extremo, pudiera llamar a un Congreso Constituyente y redactar una nueva constitución.

Aunque la Presidenta que eligió la mayoría de los mexicanos para el próximo sexenio no se ha expresado en el sentido de redactar una nueva Constitución, las reformas de mayor calado, como la reforma al poder judicial o la reforma electoral, redactadas para cambiar las reglas del juego democrático y beneficiar a la nueva élite que gobierna, serían suficientes para que el cambio de régimen se haga efectivo en pocos años.

Así que, dado el amplio poder que dieron los electores al régimen, que apoyaron la propuesta de gobierno que encabeza el actual Presidente y que ha prometido continuar la próxima Presidenta, la pregunta de los círculos sociales que no apoyaron al proyecto de gobierno al considerarlo inviable en el largo plazo y que pone en riesgo los derechos y libertades, es ¿qué hacer, desde la sociedad civil, en el corto y mediano plazo?

No estoy hablando, por supuesto, de las discusiones internas que mantienen los liderazgos de los partidos políticos de oposición, ni tampoco de las que mantienen, de manera independientemente, los liderazgos de las organizaciones civiles que dieron origen a movimientos como la marea rosa.

Hablo del segmento de clase media que no está de acuerdo con las políticas públicas implementadas por el actual régimen ni tampoco con su forma de hacer política, con un discurso que polariza a la sociedad y, al mismo tiempo, cooptando o persiguiendo a quienes no están de acuerdo con su proyecto.

El mandato de las urnas deja ver, claramente, que el proyecto social del régimen ha ganado una parte importante de la clase media. Como se ha dicho en otros lugares, el resultado que el régimen logró el 2 de junio no hubiera sido posible sin el voto de una parte de la clase media que se siente reivindicada por las políticas sociales del gobierno federal y ha hecho suyo el discurso de polarización promovido por el actual gobierno.

En este contexto, para este segmento de ciudadanos inconforme con el estatus quo, aunque respetándolo, se abren algunas vías de participación que pueden tratar de implementar, aún a costa de saber que encontrar la fórmula correcta de participación social es un ejercicio de prueba y error.

En mi opinión es necesario que este segmento de la clase media se involucre más en cuestiones públicas. No estoy hablando necesariamente de participación política en el sentido tradicional, sino de participación social.

Es necesario encontrar, desde la sociedad civil, soluciones a problemas públicos que sean homogéneos para ciertos sectores de la población. Por ahora, a reserva de ir ampliando este tema en futuras entregas, la sociedad civil, empresarios y fundaciones pueden actuar en temas de educación básica y de emprendimiento de una manera mucho más intensa de lo que lo ha hecho hasta ahora.

Habría que estudiar y analizar el excelente ejemplo de Salud Digna, una organización sin fines de lucro que ha tenido un impacto sin precedentes en la prevención de la salud en México. Es necesario replicar este modelo de intervención para atender, desde la sociedad civil, otros problemas sociales con un enfoque similar.

X: @jesusmenav