¿Qué tan bien caminas por el fuego?
Ojos cansados, cara larga, espalda inclinada, hombros caídos, brazos colgantes, pies que se arrastran, tu voz suena lánguida, has consumido grandes cantidades de chocolate, tienes los ojos rojos e hinchados de llorar, luces un aspecto zarrapastroso y te encuentras sumergido en un mundo de apatía total y completa, seguramente estás ante la presencia de la tristeza.
La tristeza es una especie de marchitamiento... Vivimos en una sociedad donde cada vez hay más personas que evitan sentir la tristeza. Hay quienes tratan de ahogar su sufrimiento entreteniéndose en juegos para pasar el tiempo y no sentir su tristeza, otros prefieren negar que están tristes y no reconocen en absoluto que están tragando sus lágrimas.
Entonces encontramos personas tratando de tapar el pozo, gente que se come la angustia fumándose un paquete de cigarros, el otro que corre y corre como loco, paquetes de galletitas que van a parar a la boca sin noción de lo que intentan matar no es hambre, personas comprando y trabajando de manera compulsiva para sentirse un poco más vivos por un instante.
Somos tan jodidos con nosotros mismos que cuando peor estamos, es cuando más nos castigamos, se rechaza el dolor porque asusta y compramos la felicidad a precio de oro.
A lo largo de nuestra vida pasamos por situaciones o circunstancias que nos alteran nuestra vida y que a veces nos empujan a estar tristes y decaídos y eso es normal. El problema es que no sabemos gestionar el dolor emocional ya que no nos lo enseñaron ni en la escuela ni en la familia. Lo que provoca este tipo de educación es una negación del dolor, una evasión o un rechazo.
El dolor emocional nos señala que algo no anda bien y que debemos atendernos y escucharnos. De nada sirve comprarte los zapatos más carísimos si luces tu cara de pescado triste. Pero creo que la mayoría elige comprarse los zapatos...
Es parte del aprendizaje de la vida y todos estamos expuestos a esta lección. La tristeza funciona como el dolor que produce una piedra en el zapato, nos avisa que algo está mal, si ignoramos esa alerta y no hacemos nada al respecto, el pie puede lastimarse, herirse y conducir a una situación incapacitante.
La tristeza es una emoción útil que nos permite hacer un balance de lo que está sucediendo en nuestra vida, nos lleva a analizar aquello que hemos hecho bien y buscar en que hemos fallado, impulsándonos a tomar decisiones importantes, algo que difícilmente hace una persona feliz.
Está bien no estar bien, está bien llorar y sentirnos vulnerables, es parte de los procesos de la vida. Las lágrimas te ayudan a limpiar lo que tanto tiempo ha estado estancado.
Si estás pasando por un mal momento atraviésalo, siéntelo, se parte de ello, no lo evites, entra en el completamente, siente todo y luego atraviésalo hasta el otro lado, para muchas de estas cosas no tienes opción, camina sobre el fuego...
Los duelos o por lo que sea que estés triste, toman tiempo de asimilar y aceptar, mostrarte vulnerable es parte del proceso de sanar. Mirar esos sentimientos a los ojos, reconocerlos y enfrentarlos hará que tu proceso de sanación sea más fácil y más profundo. Cuando entiendes el mensaje de esta emoción, en vez de huir se instala la paz, puedes sentir el dolor y la paz por el ciclo vivido, la paz se siente cuando hay un nivel de comprensión.
En la vida muchas personas enfrentan desafíos y obstáculos que parecen insuperables. Sin embrago, hay algo verdaderamente inspirador en aquellos que, a pesar de las dificultades eligen sanar y seguir adelante cada día.
Imagina a alguien que enfrenta una enfermedad crónica, una pérdida significativa o crisis personal, y en lugar de rendirse decide buscar maneras de mejorar su bienestar atreves de la terapia, el auto cuidado o la conexión con sus seres queridos, cada pequeño paso que toman hacia la sanación es un acto de valentía y reslilecia.
En terapia hablamos de lo que nos duele, limpiamos lo sucedido y así atravesamos el dolor y podemos abrirnos a nuevas experiencias de la vida. Si sientes que te quedas anclado en el dolor emocional o eres un experto en no sentir y te gustaría aprender a gestionar tus «dolores» es el momento de comenzar tu proceso de terapia.
¿A dónde vas tu cuando le duele el alma? Ponte a orar, ve a terapia, con el chamán, con quien decidas pero ¡haz algo!.
A veces pasa que te das vuelta y no tienes quien te junte los mocos, quien te de la palmada en la espalda y lo que te toca es que te hagas cargo tú.
Deseo que te cures de esos dolores que te tragaste, silenciaste y arrojaste dentro para que el mundo no viera tu dolor...