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Reminiscencia y propuesta

Recuerdos de una vida olvidable

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MANUEL RIVERA

Algunas personas afirman que la niñez es la etapa de las ilusiones, donde es posible lo imposible; otras, confirmamos que la tercera edad es la fase en la cual el hombre comprueba tardíamente que las fantasías forman parte de lo cotidiano.

Si para atraer votantes le hubiera recomendado en mi juventud a un candidato decir que los inmigrantes devoran los gatos de los nativos; o sugerirle a un senador que basara en la cortesía la defensa de la inoportuna acción de su hija gobernadora, quien apareció cantando en público casi al mismo tiempo de la masacre que terminó con la vida de 11 personas, lo menos que hubiera escuchado del más rancio de mis clientes priistas hubiera sido: "¿Quieres que digan que carezco de facultades mentales?" o "Una cosa es ser marrano y otra presumir la trompa".

Si algo distingue al hombre y su sociedad es la destreza para superarse, reconocimiento que me lleva a recordar que cuando crees que estás en el precipicio es que aún no te has asomado al abismo. Aquí debo hacer una observación, tan simple como necesaria, previniendo la tentación de algún "prianista" para aplaudir este desorden de letras o hasta para invitarme a besar la mano de Claudio II.

La grandeza y bajeza de los seres humanos pueden ser tan descomunales y extendidas que no caben en un solo partido, grupo social o cualquier otro cajón terrenal.

Deseando hacerlo con franqueza y sin cinismo, cito nuevamente que en mi lucha por la despensa tuve la oportunidad de restregar, cara a cara, deslealtades cometidas por militantes del PRI, PAN y PRD (no, nunca fui ministro del sacramento de la Unción de los enfermos). Asimismo, sin ruborizarme, recuerdo que conté con la paciencia de mandatarios priistas para escuchar las manifestaciones de mi idealismo, que por mutua decisión (no por sangre) tengo una hermana panista y que colaboré con un estadista que siguió siéndolo cuando dejó el PRD e ingresó a Morena.

Nadie tiene el monopolio ni de la desvergüenza ni de la virtud. Ningún mortal puede deshacerse de su naturaleza imperfecta, como tampoco puede sustraerse de la fuerza de la mar en la que navega y moldea buena parte de su ser.

La elección de Donald Trump como virtual presidente de Estados Unidos de América, las dotes melódicas de la gobernadora de Guerrero y el rol del amor paterno en la apreciación artística y política, son temas recientes que en principio pueden motivar la reflexión sobre aspectos tan variados como la actitud ante lo inevitable, el cinismo y lo filial.

Lo ineludible presenta al hombre al menos cuatro acciones posibles a emprender: sufrir, evadir, aceptar y aprender. Esas reacciones podrían ser resumidas en tres alternativas en torno a las consecuencias de lo inevitable: padecerlas, encubrirlas o aprovecharlas, y, a su vez, vistas a través de dos lentes: el de la naturaleza humana lejos de la perfección y común a todos, y el de la conciencia moral del individuo, que contribuye a discernir íntimamente entre el bien y el mal.

A manera de ejemplo sobre lo anterior, no de simplista condena a un partido político, cito la siguiente experiencia que viví hace dos fines de semana en el municipio de García, N. L., lugar al que fui invitado para presenciar un acto cultural.

Los pequeños detalles de las personas muchas veces muestran sus grandes carencias. Ahí, donde la imagen urbana de buena parte de ese municipio confirma por sí sola el mito nuevoleonés del progreso y vanguardia, presencié cómo el discurso morenista de la nueva administración municipal asumió casi de inmediato el modelo del poder vertical, el de los hombres que se creen cuasi mesías que conceden a las masas el favor de su reinado.

El comienzo de una parte de la muestra cultural para la que se convocó, bajo una incómoda y calurosa sede atestada de padres de familia y niños, se retrasó casi una hora bajo el argumento de esperar el arribo de las autoridades municipales. Las crecientes protestas del público obligaron a dar paso a la exhibición y, luego, a no mencionar los nombres de las insensibles autoridades cuando estas llegaron y prefirieron, lógicamente, pasar desapercibidas.

Detalle menor, significado mayor, concluyo y agrego:

Para transitar en el camino del poder es necesario segar el pudor; para entender primero a quienes lo recorren y luego trazarles una nueva ruta para beneficio de quienes son más, es necesario considerar si el cambio debe partir de la complejidad de la formación de mejores personas y no de la simplicidad de etiquetar la diversidad política en "buenos y malos".

En cualquier caso habrá que tomar una posición ante lo inevitable.

Escrito en: OPINIÓN EDITORIALES casi, personas, hubiera, hombre

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