Solos
A la memoria de la inteligencia inquieta de Claudio Isaac.
Vueltas da la vida. Trump se hizo mundialmente famoso por su ostentoso uso de la mentira, miles de falsedades con las que timó a los estadunidenses. Al sur de su país, ocurrió algo muy similar. Gracias a esfuerzos como los de Luis Estrada, conocimos del impacto de la ametralladora de mentiras mañaneras. En el conteo final el mexican style superó por mucho -230%- al de Trump. Sin ningún recato, las ráfagas aquí siguieron su desbocada marcha. Hoy sabemos de las perversiones que la metralla provocó, tanto en la percepción, como en la cultura ciudadana. ¿Algo de qué asombrarse?
Un estudio reciente (data/OPM/ESTE-PAÍS) muestra como los mexicanos ya no consideran a la corrupción como un problema mayor. Atrás están miles de expresiones afirmando eso: llegamos nosotros… y se acabó la corrupción. Segalmex y otros escándalos soterrados por el megáfono autoritario. Sin embargo, la gran mayoría ¡considera fallido el combate, la corrupción sigue! ¡Por fin!
Varios pensadores como Rob Riemen o Timothy Snyder, arrojaron luz sobre esa perversión: la mentira. Snyder incluso estableció etapas en la destrucción social de la verdad: 1.- la no verificación por parte de los medios; 2.- la repetición de las mentiras (Goebbels dixit) hasta reescribir la verdad; 3.- el ocultamiento de las contradicciones; 4.- la fe en los "mesías del pueblo", ellos encarnan la verdad. En seis años los incipientes reflejos democráticos de la sociedad mexicana se fueron diluyendo. Así se dio la ratificación de la continuidad. Colofón: acabar de un plumazo con los organismos autónomos con capacidad de señalar falsedades, pero también de acreditar verdades.
2024, Trump regresa, prefirieron sus mentiras. Las consecuencias allá también fueron graves. Alrededor de un 70% de la población, no reconoció algún logro económico a Biden. Los hubo. Hoy los migrantes son pandemonio. Pero las mentiras tropiezan. Ahora, dadas las confrontaciones abiertas entre mentirosos sobre el papel de los trabajadores mexicanos en EEUU, o las "caravanas" de migrantes, o el destino de los autos chinos que llegan a México, o el daño del maíz transgénico en los seres humanos, o los extraños envíos de petróleo a Cuba y muchos otros, ambos mandatarios tendrán que acreditar sus dichos con verdades. Ironías de la vida.
¿Desplazan los mexicanos a los estadunidenses o… esos puestos a ellos ya no les interesan? ¿Cuántos migrantes han sido detenidos aquí? ¿Ocultamos importaciones chinas o no? Datos y posturas binarias: sí o no. Para el gobierno mexicano de entrada habrá un problema: ser juez y parte en las discusiones. Algo muy diferente sería con actores independientes -en lo automotriz hay varios- que dieran sus cifras. Lo mismo con los migrantes. Existen una serie de organizaciones que desde hace décadas siguen ese fenómeno. Para eso exactamente sirve tener voces independientes y autorizadas, que no sean parte de la discusión.
Desde hace muchos años ronda la idea de crear una organización que podría denominarse de "Amigos del TLC" o de "América del Norte", canadienses, estadunidenses y mexicanos, trenzados por el fantástico intercambio comercial que los tratados han provocado. Voces que ayuden -en momentos como estos, en que la escaramuza lo único que provoca es mayor confusión- a centrar el debate. Qué tan grande será la ambición autoritaria, que el gobierno mexicano decidió convertirse en voz única en todas las materias. Supongamos que hubiera grandes avances en educación ¿quién -con independencia- los puede acreditar? Lo mismo vale para la seguridad en la que, por fin, pareciera haber un giro. Si las cifras surgen sólo de los responsables directos, de entrada, pueden ser descalificadas.
Dejemos la ética atrás. Pragmatismo puro. El centralismo y el autoritarismo son -políticamente hablando- sistemas de gobierno tortuosos y poco eficientes. Gobernar en democracia es más sencillo.
Ahora van solos.