Venta de ramos y palmas, una tradición que ha pasado de generación en generación en Durango

El de Yésica Nájera es un legado de mujeres duranguenses trabajadoras que han transmitido de generación en generación el gusto y la habilidad por la elaboración de ramos y palmas trenzadas que venden durante la Semana Santa.

“Esto ya tiene años. Es de generación tras generación, empezó mi bisabuela, siguió mi abuela, después mi mamá, ahora yo y ya están también mis sobrinas”, compartió para El Siglo de Durango.

No obstante, esta actividad que representa una fuente de ingresos para muchas familias se está viendo amenazada por los cambios que ha habido en la sociedad y que han sido aún más notorios durante los últimos años.

“Hemos visto que la tradición se va perdiendo poco a poco porque las cosas van cambiando y la gente también va cambiando y ya creemos en otras cosas, pero, pues, aquí seguimos todavía fieles y confiados de que sí podemos rescatar estas tradiciones que nos heredaron”, indicó.

Y es que, los templos ya no se llenan como antes durante la Semana Santa e inclusive después de la pandemia, la afluencia se redujo aún más, y apenas se empieza a observar una recuperación.

“Se van a vacacionar, muchos se van a la playa, Antes yo me acuerdo de que mi abuela nos decía: no nos bañamos, no comemos carne, no barremos, no trapeamos, nos estamos rezando; pero ahora ya salimos de vacaciones, nos vamos a la playa y todo eso”, comentó.

Palmas elaboradas de forma artesanal

Para poder vender los ramos de laurel y olivo, así como las palmas durante la Semana Santa, los comerciantes del giro se preparan con anticipación.

Hacer el trenzado con las hojas de palma requiere habilidad y tiempo. “La palma se teje a mano y se pone atrás de la puerta; mientras que el ramo de laurel simboliza la victoria por lo que las personas lo levantan”, complementó.

Durante el Domingo de Ramos se pudo observar una menor presencia de comerciantes, en comparación con los que se instalaban hace unos años. Y, aunque las ventas no fueron las esperadas, ya que también la afluencia de fieles ha ido disminuyendo, no pierden la esperanza de que se retomen estas tradiciones.