De dragones y otros bichos
Confieso que soy un fanático de Juego de Tronos, una serie de televisión muy popular que ubica la acción hace más de mil años, ficción, por supuesto.
En ella se narra la historia de la lucha por los siete reinos. Dragones, flotas de barcos, mercenarios, brujos, y hasta muertos, combaten. ¿Habrá alguna analogía con la búsqueda del poder en este mundo nuestro?
China en su plan de lograr, en unos años más, el liderazgo mundial en comercio, se enfrenta a una Norteamérica populista de derecha y un dirigente con fobias a los que no sean blancos ni jueguen golf y menos si tienen ojos razgados.
El fuego alcanza a los países que, como nosotros, tenemos la disyuntiva de a cuál ejército apoyar. Si nos inclinamos hacia el oriente, podríamos ser el destino de miles de inversiones chinas, para manufacturar y vender en Occidente, anclados en nuestras ventajas ¿competitivas?: localización, mano de obra barata (¿otra vez?) y abundancia de recursos naturales. Aquí el punto débil de esa elección es que nuestros vecinos se enojarían seguramente con nosotros y nos ahorcarían en la frontera, ya que aún dependemos de ellos con el 80% de nuestras exportaciones.
Para empezar, la decisión no está tan facil, pues ya se amenazó al país oriental en cuestión, con aranceles draconianos para los productos que se hagan en México con componentes chinos; incluso, se planteó en diciembre pasado de un arancel de 100%. Este juego de aranceles como herramienta para ganar una guerra comercial se probaría con nuestro país; a ver cómo resulta, pues afectaría también a nuestros vecinos del norte, el otro contendiente principal en estas nuevas vencidas.
Yo pienso que lo que sucederá es que, como siempre, doblaremos las manos ante el poderío de los republicanos estadounidenses y continuaremos siendo el patio trasero de América, acordando impedir la expansión de los chinos en este continente. El problema es que no se puede servir a Dios y al Diablo al mismo tiempo.
No es una mala decisión, ni perderemos soberanía; al contrario, continuaríamos siendo socios comerciales de la economía más grande del mundo. Y ahora sí, más valen abrazos, y no pleitos. Se arreglan las disputas mejor con una gota de miel que con un litro de hiel, decía doña Armida, mi abuelita.
Lo que no hay duda es que vivimos y viviremos una época muy interesante, con grandes demandas diplomáticas para sobrevivir. Las decisiones se deberán hacer tomando en cuenta a la gente y sus regiones.
Me imagino a México como una flotilla marítima de 32 barcos; el nuestro es el Durango, con 39 remos, que, para no perdernos, debemos remar al mismo ritmo (o más fuerte) que los demás, y hacia el rumbo que nos indicó el sextante. Si no estamos de acuerdo con el rumbo, pues a discutirlo con la nave madre.
En la serie al final gana la razón y pierden los malos. Así deberá suceder en nuestra historia real.
Hoy no hay noticias malas. Disfrutemos el frente frío que en Durango ya ha tocado los 2 bajo cero centígrados. Un cafecito, un whisky y mucho ánimo.