
De pies a cabeza
Hace un tiempo, un francés me dijo: "Vivo en México porque aquí puedo desayunar papaya todos los días". La frase parecía aludir a un capricho gastronómico, pero escondía una convicción profunda. Quise saber más y él agregó: "Siempre divido la papaya en doce trozos; me ha ido bien con este número". La fruta no sólo le gustaba; era un oráculo: un día sin doce trozos de papaya resultaba peligroso.
Las supersticiones y las manías rebasan el plano individual. Si sales a la calle con el pie izquierdo, no sólo pones en riesgo tu destino, sino el del planeta entero.