Durango

Adultos Mayores

Él es don Ubaldo, una auténtica 'máquina de chambear' en Durango; conoce su historia

Con 73 años de vida, don Ubaldo no ve cercana la fecha en que pueda descansar; deja claro que no pide nada, solo oportunidad de poder trabajar.

Él es don Ubaldo, una auténtica 'máquina de chambear' en Durango; conoce su historia

Él es don Ubaldo, una auténtica 'máquina de chambear' en Durango; conoce su historia

YAIR LÓPEZ

"El trabajo dignifica al hombre", esta es una frase que don Ubaldo, un adulto mayor, duranguense, lleva bien grabada en su mente.

A sus 73 años de vida y a pesar de estar jubilado, don Ubaldo Rocha Herrera, no tiene definida la fecha para poder descansar en casa, tranquilo y sin preocupaciones.

Su pensión, además de la que el Gobierno Federal le otorga, no le alcanza para vivir.

Su esposa, ama de casa, padece de diabetes y ya tuvo una crisis delicada de salud; él es el sustento para ella y un nieto que vive con ellos.

Trabajo de sol a sol

Es poco el tiempo que Ubaldo pasa en casa, pues por la noche es velador en un puesto del Parque Guadiana y de día, se dedica a vender dulces en un crucero de la ciudad de Durango.

Ubaldo mantiene un horario laboral que, dudosamente, un joven aguantaría. Es, sin duda, una verdadera "máquina de chambear", como dice la generación actual.

Su jornada comienza a las ocho de la noche, llega muy puntual a un puesto al interior del Parque Guadiana, donde vela para que no vayan a robar en dicho comercio.

Al amanecer, cerca de las 09:00 horas, se retira del parque, una vez que llegan los tenderos del puesto.

Don Ubaldo toma su triciclo, y se va al crucero de Dolores del Río, esquina con la calle principal del Centro de Convenciones Bicentenario (CCB).

Ubaldo barre la banqueta, para que "lo dejen trabajar"

Ahí, junto a un árbol, detiene su triciclo y baja una escoba para comenzar a barrer parte de la banqueta que rodea el CCB.

https://youtube.com/shorts/KNMZBksVE0s?feature=share

Esta labor no es remunerada, temeroso de que exista algún problema, él lo hace para que lo "dejen trabajar", pues carga una canasta en la que ofrece gomitas, semillas y cacahuates.

Entre cada alto en el semáforo, Ubaldo aprovecha para vender sus dulces; en su canasta, con puño y letra, se lee: "ayúdeme, cómpreme mis dulces".

Respetuosamente y con una sonrisa, don Ubaldo se acerca a los coches y busca vender sus dulces para sacar el "pan del día".

En ese punto, permanece hasta la una de la tarde, cuando el sol pega a todo lo que da, para después retirarse a su hogar.

Si fue un mal día en la venta, Ubaldo regresa a ese punto a las cinco de la tarde y busca vender lo que le quedó, para de ahí dirigirse de nuevo al parque Guadiana, a su otro trabajo y así comenzar, de nuevo, un ciclo laboral que parece nunca terminar.

Aunque se figura una vida monótona, el señor Ubaldo es un baúl en el que se pueden encontrar interesantes pláticas y experiencias, con quien es fácil entablar un diálogo.

Ubaldo se quedó sin dulces, se los robaron

El pasado 26 de marzo, como cada día, Ubaldo llegó al crucero del bulevar Dolores del Río. Ahí paró su triciclo con sus pertenencias y como lo marca su "deber moral", tomó su escoba y comenzó a barrer.

Son aproximadamente 30 metros lineales los que barre, sin pago alguno.

Ese miércoles, un hombre en situación de calle, merodeaba por el lugar. De pronto, el sujeto quedó debajo de un árbol, en la sombra, acostado.

Ubaldo no tomó importancia, pero cuando estaba barriendo en el otro extremo donde había dejado sus pertenencias, el indigente tomó la canasta con sus dulces y escapó.

Cuando regresó su mirada hacia su triciclo, el varón ya había emprendido la fuga.

Al verlo, soltó su escoba y no dudó en ir detrás de él. Sigiloso y veloz, el indigente logró escabullirse hasta llegar al bulevar Armando del Castillo Franco, donde cruzó y perdió la pista de él.

Con impotencia por la situación, don Ubaldo regresó a su casa, sin su canasta, sin dulces y sin esos "centavos" que se gana de sol a sol.

Ubaldo se ha ganado el cariño de la sociedad

En los últimos años, el señor Ubaldo ha logrado crear un "clic" con los conductores y vecinos del lugar.

Basta unos minutos a lado de él, para ver como algunos conductores tocan la bocina para saludarlo.

Al enterarse, algunas personas que lo conocen, no dudaron en apoyarlo con algunos pesos para que pudiera retomar sus ventas y así seguir ofreciendo sus dulces.

No pide nada regalado, solo la oportunidad de trabajar

"No me gusta andar con la mano estirada, diciendo: ¿me da un peso?, ¿me ayuda?, no, necesita uno moverse para sacar el sustento, asegura don Ubaldo, con firmeza.

Si hay algo que tiene claro, es que en esta vida, hay que trabajar con honradez y no pedir, a lo fácil, como algunas otras personas, dijo.

"Así como estoy, yo me siento capaz todavía de hacerlo, por ahí, donde pueda, trabajar", relató al confesar, que busca alguna oportunidad laboral que le ayude a mejorar su situación económica.

Indigencia, un mal que no respeta 

Don Ubaldo, es una víctima más de este mal que aqueja a la ciudad de Durango, la indigencia.

Este sector de la sociedad ha ido en incremento en los últimos tiempos.

Según estimaciones del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), al mes de noviembre de 2024, se tenía una cifra cercana a las 160 personas en condición de calle, en la ciudad de Durango.

En entrevista para El Siglo de Durango, la diputada Gabriela Vázquez Chacón, aseguró que en pláticas recientes con el Coordinador Estatal de Protección Civil, la cifra actual rondaría a los 200 indigentes.

Aunque algunas autoridades hacen labores de rehabilitación y reincorporación a la sociedad, por medio de "padrinos" de algunas de estas personas, la cifra en la entidad es alta.

Escrito en: indigencia durango indigencia Adultos mayores Ubaldo, vender, dulces, Ubaldo,

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Durango

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas