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YAMIL DARWICH

La felicidad es definida como "estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar algo nuevo". Buen tema al empezar el año 2025.

Esa es la definición de lo perseguido por los humanos y, para alcanzarla, tomamos diferentes caminos: desde el trabajo y esfuerzo, hasta el abuso con la imposición de la fuerza.

Plenamente reconocida como un derecho humano, desde siempre ha sido violentada con discursos de líderes que la prometen, sabiendo y explotando nuestros anhelos: ser felices.

Al revisar la historia reciente del mundo, podemos encontrar varios de pueblos que han alcanzado la felicidad -Bután-; los resultados han sido ratificados por ser constantes las particularidades en aquellos que la disfrutan; están caracterizados por atender y defender el respeto al derecho individual de todos sus integrantes.

Aunque las comparaciones sean odiosas, entre los occidentales vemos otras constantes que los identifica: el trabajo y esfuerzo para garantizar tranquilidad a través de la seguridad social, respeto a la propiedad privada y el derecho a poseerla. Otras sociedades, buscan recursos para el Estado expropiando el bien particular, restando felicidad.

Al comparar las diferencias en el desarrollo económico y la productividad de los particulares, podemos concluir en lo positivo de la libertad como oportunidad para lograr niveles más altos de felicidad individual. Considere los pueblos con democracias más desarrolladas.

Con el arribo del humanismo y la consciencia orientada al derecho a la libertad y la felicidad individual de los pueblos, aparecieron criterios diferentes del cómo alcanzarla.

En 1775, en los Estados Unidos de Norteamérica, los ciudadanos se rebelaron contra la Corona Inglesa, por los abusos cometidos; a los americanos les impedían -con prohibiciones abusivas- ser productivos. Por ejemplo: tenían prohibido comprar melaza, papel o té a comerciantes diferentes a los proveedores que les imponían, siempre con costos mayores.

En 1789, el Pueblo Francés, se lanzó al gran movimiento que conocemos como Revolución Francesa, enunciando sus propósitos de libertad, igualdad, fraternidad o muerte -el último enunciado poco conocido, que padeció el pueblo de Flandes-.

Pensando en el contenido del fondo de la frase, leemos la palabra libertad al inicio, luego la oportunidad de alcanzar igualdad entre sí, disfrutando del orden social que permite imperar la fraternidad; todo lícito... ¿será utópico?

Liberada Francia, tomaron el poder un grupo de revolucionarios intelectuales que impusieron sus ideas sobre cómo alcanzar a felicidad con un sentido paternalista controlando instituciones y bienes, aunque para ello fuera necesario limitar la libertad individual para dar mayores recursos y poder al Estado, que debería asegurar la repartición de la riqueza. Pero no sucedió.

Los franceses declaraban al Estado "responsable de nuestras vidas".

En EUA, los ciudadanos proclamaron en su Acta de Independencia, que todos los hombres son declarados iguales y que están dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; entre otros enlistan a la vida, la libertad y búsqueda de la felicidad.

Contrasta la visión comunista/populista, buscando la fortaleza del Estado, aún contra la libertad individual, el respeto a las instituciones, la economía abierta y el derecho sagrado a la propiedad privada. La experiencia mundial señala su fracaso.

Los norteamericanos llegaron a ser la primera potencia mundial y los franceses fueron empobreciéndose de poco en poco.

Recordemos que, en 1958, luego de la devastadora segunda guerra mundial, Charles de Gaulle, debió enfrentar una grave crisis económicas y pidió consejo a un grupo de expertos, encabezados por Jaques Rueff -neoliberal- quienes le propusieron: apertura al comercio internacional, reducción del gasto público, baja de los subsidios y reforma monetaria. Diez años después, Francia mostraba el mayor crecimiento entre toda la comunidad europea.

Otra influencia cultural -para relacionarnos- es la religión: para los norteamericanos - anglicanos, protestantes, etc.- el trabajo dignifica ante Dios y la solidaridad se da después del esfuerzo, siendo subsidiarios con obras sociales; entre nosotros -influencia española- la aceptación de la pobreza para ser agradables al Señor y la entrega de limosnas -a la Iglesia- son medios para alcanzar la salvación.

La cultura latina, influida por Iberia, no resalta al trabajo como medio para alcanzar la felicidad; los culturizados por el Reino Unido, ven en él la forma de trascender.

Ambos casos crean fuertes construcciones psicológicas.

Debo mencionar, como ejemplo de la parte negativa de los humanos, que el norteamericano exterminó a sus indígenas; los mexicanos, abusaron sometiéndolos al abuso, esclavizándolos. Para el cortesano europeo antiguo, el trabajo era para campesinos, artesanos y comerciantes, hasta era mal visto trabajar.

De ambas corrientes culturales se desprenden ideas neoliberales y/o populistas socialistas y por la influencia histórica, cultural, nos hace tener simpatías hacia el paternalismo, trocando dinero por libertad, motivados por el abuso anteriormente sufrido. Los populistas lo saben bien y aprovechan.

Le invito a reflexionar y actuar conforme a sus convicciones. ¿Usted que prefiere?

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Escrito en: OPINIÓN libertad, felicidad, trabajo, derecho

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