Gente de Durango
Al historiador Miguel Vallebueno Garcinava le debemos una serie de libros fundamentales sobre nuestro pasado, desde el más lejano al más reciente en temas que abarcan la arquitectura y escultura religiosas, las etapas más representativas de poblaciones, la reseña de haciendas, el rescate gastronómico. Una obra muy estimable para quienes aprecian el legado patrimonial de Durango y que incluso será muy importante para las épocas venideras.
Otra de estas investigaciones, en coautoría con Silvia Nájera Tejada, se integra por una espléndida colección gráfica: "Durango y su gente. La representación de imágenes fotográficas de una sociedad 1850-1970" (ICED, CONACULTA, 2015). Es, pues, un recorrido lleno de nostalgia que nos informa de no pocos aspectos de las costumbres de los hombres y mujeres que nos antecedieron, en sus formas de trabajar, estudiar, luchar por sus proyectos, y también de celebrar. En una palabra: de convivir. Con buen criterio, este recuento tiene una entrada muy grata en el poema "A tu retrato", de la escritora durangueña decimonónica Dolores Guerrero de la Bárcena. Transcribo al menos sus primeros versos: "Aquí, por siempre aquí, sobre mi seno/ Para burlar mi funesta estrella,/ ¡Oh imagen dulce, dolorosa y bella,/ Que de suspiros y besos lleno!"
Luego el volumen continúa con textos introductorios por demás útiles: la justificación de la publicación, una ilustrativa síntesis de la historia de la fotografía en México, para cerrar con el escrito todavía más cercano a nosotros, y por ello de un gran valor agregado, la suma cronológica de los fotógrafos en Durango a lo largo del devenir de la entidad. Los profesionales de la cámara y la lente que fijaron con su trabajo los momentos que le dieron estaciones representativas al transcurrir durangueño.
Entre las piezas incluidas en este muestrario, hay muchas de un enorme valor estético, aparte de su aprecio histórico. Llaman la atención las dedicadas a los niños de la capital y de algunos municipios. La composición armónica logra retener las miradas infantiles, tanto en el estudio fotográfico como en otros sitios más improvisados: "Niña sin identificar; María Teresa Saracho (pág. 57); "Jesús Vela Gómez, Nombre de Dios, 1929; Jesús Pérez Vela (pág. 123); y la de la "Maestra Belem Santa María con su alumna Esperanza Sosa Zatarain, 1928" (pág. 126); por citar solamente tres. De personajes de la cultura reconocidos, destaco por ahora la de la "Orquesta del maestro Arturo Lugo Navarrete" (pág. 106).
Además de figuras emblemáticas como la de Lázaro Cárdenas o Miguel Alemán, sobresalen las fotografías grupales. Las amigas plenas de juventud y alegría, las familias completas con el patriarca encabezando la reunión, los maestros y sus alumnos. No se puede dejar de observar cómo se van dando asimismo los cambios de la tecnología e innovación, desde el uso de los automóviles, sin dejar por ello el caballo o el tren. Tampoco se deja de lado, al repaso placentero de las páginas, el gusto por el reconocimiento de nuestros edificios más distintivos, de las torres de templos a las tiendas de prestigio o más populares. ¿Y el vestuario? Desde los zapatos hasta los sombreros. Un viaje por lo que hemos sido. Nuestras plazas y nuestros parques. La existencia colectiva de nuestros mayores.
Cuando se lee este tipo de libros, que presuponen un encomiable esfuerzo de revisión, selección y publicación, uno se pregunta: ¿Por qué estas significativas aportaciones no tienen una mayor difusión, además de la cobertura periodística que se les otorgan cuando se presentan las obras? Ojalá que estos tesoros se puedan justipreciar con más interés por los duranguenses del siglo XXI, que ya cumple su primer cuarto. Enhorabuena por nuestros historiadores, por los medios que comparten su extraordinaria labor y por las instituciones culturales que hicieron su tarea al hacer de todos el aprecio de aquellas personas que en su momento guardaron sus recuerdos.