Mi hijo migrante
Un niño de nueve años entrevista grabadora en mano a sus padres, a su hermano menor, a sus abuelos y bisabuela. Les pregunta sobre sus gustos, sus experiencias, sus opiniones y sentimientos. Es un reportero de la vida.
Mirando al cielo, escribe pequeñas fábulas. En “El escultor de nubes” un niño llamado José ve desaparecer las caprichosas nubes del horizonte y le pide a su papá (que era inventor) un aparato que hiciera nubes bajo la forma que José quisiera. Mirando a la tierra, se le ocurren reflexiones morales como “El gobierno de los niños” donde dos malos países (Estados Unidos y la URSS) hablan de paz pero fabrican bombas. “En vez de luchar contra la muerte ellos la hacen. Me imagino lo que sería si los niños gobernaran al mundo”. A veces discurre epigramas altruistas: “Si me das, te doy más”. Por ese tiempo contrae la afición del futbol y el Cruz Azul, equipo que le ha llevado a aprender las antiguas virtudes del estoicismo.
Pasaron los años. Estudió en solidarios colegios de clase media en el sur de la ciudad. Dirigió una revista escolar, entre literaria y periodística. En el TEC cursó comunicación y aprendió técnicas que puso en práctica en enero de 1999. “Letras Libres debe nacer con un sitio digital, un edificio de comunicación, no solo escrito sino visual: la letra y la imagen viva”. Puso los cimientos y lo construyó, piso a piso.
Las vocaciones se hilvanaron. Participó en una animada tertulia futbolera que se transmitía en Radio Fórmula. Heriberto Murrieta y él conversaban con tres personajes legendarios: el filosófico Fernando Marcos, el inspirado Ángel Fernández, el experimentado Ignacio Trelles. Tuvo la idea de editar en Clío una serie de libros ilustrados sobre la historia de la Selección Mexicana y una monografía sobre el equipo de sus amores y dolores. Así también inventó y dirigió Hazaña, serie documental deportiva que aún se transmite.
Publicó El vuelo de Eluán, una variación de Ícaro que se precipita al abismo buscando a la mujer de sus sueños. (La mujer llegó y con ella un primer hijo y luego otros dos.) Creó un programa de mediodía en la W, que no era solo un noticiero sino una revista radiofónica donde había de todo: comentarios, sátira, crítica de cine, guías para el bienestar, parodias (impartidas por su hermano Daniel, bajo el mote de “el hombre senssssualll”) y una sección llamada “Historias perdidas”, escrita y narrada por él sobre misterios irresueltos de la historia, que escuchaban hasta las madres y los niños en el coche al salir de las escuelas.
Foro TV fue su siguiente estación: un noticiero ágil, informado, variado y cálido. Al poco tiempo, Televisa le encomendó el noticiero de Canal 34 en Los Ángeles. En esa ciudad mexicana, comenzó a practicar un tipo de periodismo distinto a la mera lectura de noticias o incluso al reportaje. Él le llama “periodismo comunitario”. No sé por cuántos años, semana tras semana, iba al corazón del barrio mexicano, se instalaba en un lugar visible y transitado, colocaba una mesa redonda y portátil de plástico y esperaba a que cualquier persona se sentara a narrar su vida. Meses atrás había escrito “La vida errante de Benavides Huaroco”, un inmigrante mexicano que tras indecibles esfuerzos y sufrimientos había podido construir una empresa en Alabama, lugar extremo del racismo americano. Tiempo después conocería a Itzcóatl Ocampo, heroico excombatiente en Irak que se volvió un asesino serial. La mesa: cada historia una odisea. Al final, los entrevistados estampaban su firma con un grueso plumón sobre la superficie blanca de la mesa y por la noche su historia se transmitía en el noticiero.
Así, practicando el “periodismo comunitario”, cubrió la tragedia de la Guardería ABC del IMSS donde murieron calcinados 49 bebés. Así acudió a Uvalde, el pueblo de migrantes mexicanos en Texas, donde un demente ametralló a decenas de niños y dos maestros. Y así viajó en octubre de 2023 a la Sierra de Guerrero para darle voz e imagen a la gente de la humildísima comunidad de Los Coyotes, que perdió todo tras el huracán Otis.
Su credo: la defensa y práctica de la libertad de expresión, la búsqueda de la verdad, la independencia frente al poder y los poderes, el pan ganado con honestidad y esfuerzo, y la compasión activa por la gente que sufre, sobre todo el migrante. Sabe lo que es el desarraigo y la nostalgia de la patria. Tendrá mucho trabajo en la próxima etapa de su vida. Padre que enorgullece a su padre, el 4 de enero mi hijo León cumplió 50 años de edad.
ÁTICO
Su credo es la libertad, la verdad, el trabajo honesto y la compasión activa con quienes sufren.