Mirador
San Virila tenía fama de hacer milagros.
Él lo negaba. Solía decir:
-¿Acaso la aguja y la tijera hacen el traje?
En la aldea murió un enfermo grave. Sus familiares le pidieron al frailecito que lo resucitara. Preguntó él:
-¿Por qué quieren que le cause ese daño? Ya no está enfermo.
Una niña pequeña lloraba desconsoladamente porque su gatito había trepado a la rama alta de un árbol y no podía bajar. Le rogó a San Virila:
-Haz el milagro de bajarlo lentamente por el aire.
Él buscó una escalera, subió al árbol y rescató al minino. Le dijo a la niñita:
-Los mejores milagros son los que hacemos con nuestro propio esfuerzo.
La verdad es que a San Virila no le gusta que lo consideren milagroso. Dice:
-Los milagros son cosa de Dios, y no le voy a hacer la competencia.
¡Hasta mañana!...