Reflexión adulta sobre un juego infantil
Creo quedescubrir las vocaciones tempranas esla oportunidaddada por la vida al hombre para que este tome a tiempo el mejor camino.
En mi caso, los recuerdosde la infancia me muestran rodeado de cuadrúpedos a los que quiero entender, imágenes que hoy interpreto como recomendaciones para tomar unaruta que en su momento mis padres no consideraron transitable.
De haber seguido esetemprano llamado, hoy en la adultez en la que confirmo la empatía que tengo con muchos animales, incluyendo los de mi especie, no estaría echando a perder letras y, posiblemente, permanecería alejado de la periódica angustia causada por la despensa que quincenalmente exige ser llenada.
Desde pequeño conocí personas que, quizá con razón, considerabanque algo estaba mal en mi cabeza cuando hablaba con ciertas bestias, aunque no lo señalaban cuando me dirigía a las presuntamente racionales. Pese a eso, insistí en el apuntado desequilibrio mental y con el paso de los años entendí lo mismo la mirada de un canque de un equino para pedirme una caricia o compañía para morir, y disfruté ser llamado "perro" o "animal".
Por supuesto, es ya extemporáneo discutir en la recta final de mi existencia si debí escuchar el llamado de la naturaleza e imponer su voz y la mía a las buenas intenciones de mis padres y conocidos, sin embargo esa no fue la única desobediencia que me fue cobrada con mi actual incertidumbre.
Desde niño di muestras de otra vocación tempranapracticando el juego infantil de patear el bote, de mi gusto, emoción y aptitud.En esa variante de las escondidas gozaba golpeando una lata para que llegara lo más lejos posible, mientras corría en sentido contrario para ocultarme de quien iba corriendo por ella. Tampoco en esostiempos me percaté de que la vida señalaba el camino que debía tomar, si es que quería acumular hasta la riqueza de otros.
Pero, no, ignorante del lenguaje de la naturaleza desvié mi ruta hacia otros sinsentidos lejanos del dinero propio y ajeno, convirtiéndome en precoz descomponedor de letras y luego, una vez corroída mi inocencia, en consciente prostituto de la palabra, antiguo oficio que me llevó a escribir una docena de libros por encargo y cientos de discursos en los que muchas veces tuve la fortuna de no ser entendido o leído con detenimiento, por lo que posiblemente en algunos de ellos se llegó a esconder una idea.
De haber entendido los guiños de la vida otra sería mi realidad, estoy seguro.
Imagino, por ejemplo, el éxito que tendría como presidente de una potencia mundial aplicando mi capacidad para patear el bote. En ese papel, observo el viaje de la pieza metálica simbolizando el alejamiento temporal del problema de la migración, entre tanto mis amigos y yo ganamos tiempo para escondernos y extender nuestra cita con la realidad que irremediablemente nos encontrará. Patear el bote es distracción, no solución.
Prolongo esa proyección y concluyo que ni expulsar migrantes ni fomentar la xenofobia, más aún, ni constituirse en vocero de Dios, podrán desalentar el deseo de migrar hacia la gran potencia para comer, tener seguridad y soñar con la esperanza, necesidades elementales de los seres humanos de cualquier nación, hoy insatisfechas en los millones de ellos que ven cómo sus gobiernos también avientan lejos el bote, evitando asícompromisos de fondo con los gobernados.
Si hay unamensajera efectiva para disculpar las cosas de la vida, esta es la cercanía del momento paradespedirla.Comprendo entonces que desoír su recomendación para seguir el sendero de mi actividad lúdica me llevó a renunciar a la posibilidad de alcanzar alguna posición política, pero también a recomendar que haga lo mismo quien haya conocido tan precoz inclinación para distraer audiencias y escapar momentáneamente de riesgos y presiones.
Cómo no sugerirlo, pues sin ser adivino ni ocupar púlpito alguno es sencillo predecir que de continuar la desigual distribución de la riqueza, la indiferencia frente al sufrimiento, el rechazo a la razón que a todos confirma de esencia igual y la gratificación temporal por alejar los problemas, la decisión de patear el bote sin remediar la pobreza en el mundo como condición para frenar las migraciones llevará hasta disparar contra quienes preferirán morir por las balas antes que prolongar su agonía en las naciones expulsoras.
Ni siquiera el hombre más rico del mundo podrá aventar ese objetolo suficientemente lejospara eludir por siempre aquienes tienen hambre. Las olas no se detienen, se rompen, pero siempre vendrán otrasdetrás de ellas.