Rulfo y García Márquez en el nuevo cine
Como se sabe, recientemente se han estrenado las anunciadas versiones fílmicas de "Pedro Páramo" y "Cien años de soledad". Se trata de un suceso muy importante, tanto para los fieles de la literatura como para el público en general, ya que tarde o temprano alguno de los integrantes de la familia -trabajador, estudiante, comerciante- se van a encontrar con estas obras, que gradualmente van formando parte de una cultura más abarcadora y así del imaginario colectivo.
Es de suponerse que será muy diversa la recepción de estas historias, de acuerdo a la tipología de las personas que vean la película o la serie. Para empezar la nueva generación se halla en pleno avance digital, es fundamentalmente una comunidad de imágenes, a la que le vendrá más bien, por lo mismo, la presentación visual de estas realizaciones. Para los lectores tradicionales, en cambio, tendrán que compartir -digámoslo así- su experiencia ante la pantalla e incluso con sus acercamientos previos a los libros de papel. Los dos formatos tendrán que convivir en ellos, sobre todo porque tienen mucho más contextos anteriores, como digo. Por ejemplo, naturalmente compararán las dos películas de "Pedro Páramo" con la que se proyecta en estos días. Agreguemos algo más al respecto.
Con todo y las críticas y severas autocríticas a la primera versión de "Pedro Páramo" en la pantalla (a Rulfo por cierto no le agradaban los resultados fílmicos de sus relatos), aquella película de 1967, dirigida por Carlos Velo, tenía un elenco formidable: Pilar Pellicer encarnó a Susana San Juan, Ignacio López Tarso a Fulgor Sedano, Narciso Busquets a Bartolomé San Juan, Augusto Benedico al padre Rentería, para citar cuatro nombres. Más discutible fue la actuación de John Gavin representando a Pedro Páramo, por su acento del español, en algo afectado por su tono subyacente del inglés. También hablaría a favor de que fue una historia filmada en blanco y negro, lo que le ayudaba por el ambiente fantasmal de la novela original. Ahora bien, el trabajo del director Rodrigo Prieto en el 2024 conserva al inicio esa atmósfera obscurecida de la novela, cuando Juan Preciado va en busca de su padre. Después, al narrar la vida del cacique de Comala, todo se vuelve color, tal como recuerda Dolores, la madre de Juan, a su pueblo. La actuaciones asimismo me parecen sobresalientes, en especial la de Roberto Sosa, en el papel también del padre Rentería, si bien jamás me imaginé yo a este personaje con ese rostro y ese físico, pero eso es lo de menos, como se verá más adelante. En cambio, no me gustaron sobre todo dos escenas: cuando sale del cuarto Juan Preciado, donde habitan los hermanos incestuosos, y lo sigue hasta afuera una gran cantidad de lodo, lodo en que se convirtió la mujer. Es una exageración, es darle demasiada realidad al suceso. Tampoco me agradó el efecto de las ánimas que se observan en el cielo, un poco antes de morir Juan (me recordó un grabado de Doré en la "Divina Comedia"). De nuevo: exceso de realismo, muy lejos de la sugerencia poética de la historia de Rulfo. ¿Y el circo que llega a Comala? Fuera de proporción. Ya hubieran querido otros pueblos más grandes un conjunto circense como el que tanto enfadó a Pedro Páramo. Para dejar un mejor sabor de boca hay que decir que la narración mantiene el bello tono rulfiano, así como la fluidez del relato original, principalmente en Juan Preciado.
"Cien años de soledad" me dejó mucho más contento. ¡Qué extraordinario trabajo! ¡Y qué actuaciones! Dicen que a García Márquez le hubiera gustado la serie, yo también así lo creo. Se va viendo cómo se va levantando Macondo en medio de la selva, animado con las espléndidas historias de sus habitantes. Y los textos muy apegados a la obra maestra. La entrada está muy bien lograda, subrayémoslo, con la caminata encabezada por José Arcadio Buendía, buscando siempre el mar. La llegada de los gitanos mantiene el asombro que se leyó en la novela, con un Melquiades verdaderamente magistral. Se siente la magia tan propia del universo del gran Gabo. En fin, habría tanto que decir. Y esperemos la segunda temporada de la serie.
Nada más agrego que las creaciones fílmicas no pretenden nunca sustituir a los escritos de origen. Son formatos diferentes y así, me parece, podremos disfrutarlos más. Yo imaginé, por ejemplo, el barco perdido en la selva, mucho más espectacular que como lo presenta la serie, con las flores enredadas en sus despojos, según se describe en la novela. Y eso está muy bien, porque sabemos que siempre en nuestro librero nos esperan las obras literarias como buenas amistades. Y es de desear, más allá del agradable entretenimiento que nos ofrecen, que estas versiones visuales les lleven mucho más lectores.