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Hablar de libros antiguos de Durango

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Hablar de libros antiguos de Durango

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ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

Parecería un tema distante a las mayorías, pero ya no lo es tanto. O al menos se podría decir que poco a poco se toma una mayor conciencia social sobre la importancia de los libros antiguos como parte fundamental de nuestra memoria histórica. Esos objetos que tienen siglos (de hecho en México se considera al libro impreso del emblemático 1821 hacia atrás como propiamente "antiguo", si bien se han añadido al rango otras colecciones decimonónicas), reflejan mucho de lo que hemos sido dentro de una amplia variedad de asuntos: la historia de las bibliotecas, las biografías de los propietarios de las obras, los contenidos de las mismas, sus autores, y los lugares y épocas que les dan rasgos particulares. Y mucho más: el estado en que se encuentran, la institución a la que pertenecen, los procesos y programas que los conservan y los difunden. Algo de lo anterior se trató en Durango hace unos días en el Instituto de Bellas Artes de la UJED, en una cita que llamamos "El libro antiguo en Durango. Jornadas bibliográficas en torno al fondo José Fernando Ramírez de la Biblioteca Pública Central del Estado de Durango "Lic. José Ignacio Gallegos Caballero" (y otros acervos)".

Durante las sesiones -abiertas al público, evidentemente- participaron especialistas de la UNAM y la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, además de quienes en Durango han abordado dichas temáticas. Marina Garone Gravier -ya con un nombre muy destacado en la historia de la imprenta y la tipografía en México- Tadeo P. Stein, César Manrique Figueroa, Silvia Salgado Ruelas -autora de un imprescindible volumen sobre los libros cantorales- y Guadalupe Rodríguez, investigadora de los impresos mexicanos del siglo XVI. Y por las aportaciones locales fueron muy importantes los trabajos presentados por el historiador Javier Guerrero Romero (a propósito de los incunables de la Biblioteca Pública del Estado, junto con la presentación de una obra que será indispensable sobre las Marcas de fuego en nuestros acervos); Martina Flores con una trayectoria sobresaliente en la organización de bibliotecas locales como la del Seminario Conciliar Mayor; el joven Adolfo Martínez Romero (en su ponencia trató las iluminaciones en los libros de la catedral); Luis Carlos Quiñones (que presentó un informativo recuento acerca de los libros publicados en Durango a partir de 1850); y finalmente quien esto escribe abordó parte de las tareas de difusión que en los últimos años ha llevado a cabo a propósito de algunas de las joyas bibliográficas de Durango.

Me parece que debemos estar animados por los resultados del encuentro. Dejamos constancia de lo hecho en Durango en el rescate y conservación de nuestro patrimonio bibliográfico. Construimos un puente con otros interesados en el tema, y trazamos una ruta de trabajo para el porvenir, sin dejar de lado lo que sin duda será el objetivo final de estas labores: acercar al público en general al mundo fascinante de los libros antiguos (un legado que debemos cuidar con medidas profesionales y apoyados ahora con nuevas tecnologías), cuyo centro fue José Fernando Ramírez, seguramente la figura intelectual más prominente en la historia de Durango (nacido en Parral en 1804).

Un esfuerzo inter institucional (Instituto de Cultura del Estado de Durango, Instituto de Investigaciones Bibliográficas-UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas-UJED, Biblioteca Nacional, Hemeroteca Nacional), subrayo, que dejará sus huellas por la calidad de sus disertaciones y por lo factible de sus proyectos.

Escrito en: letras durangueñas Durango, libros, historia, José

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